Para la mayoría
de las personas comer es uno de los mayores placeres de la vida, muchas
personas incluso comen hasta 5 o 6 veces al día. Si me preguntan a mí, ¡me
encanta comer! Pero… ¿realmente sabemos qué estamos comiendo? ¿qué nos aportan
esos alimentos?, y ¿qué función tienen los mismos en nuestro organismo?
En mis años de
experiencia como educadora nutricional puedo decir que la mayoría de las
personas que he abordado en mis charlas o en consulta no logran responder todas
esas preguntas; lo más curioso es que son las personas menos interesadas en
recibir la información nutricional las que más lo necesitan.
Para responder
estas preguntas utilizaré la pirámide de la alimentación saludable de la Conselleria
de Sanitat de la Generalitat Valenciana en la cual se dividen los grupos de
alimentos según sus funciones -seguramente
muchos de ustedes recordarán haber visto una similar en el colegio, si
hubiéramos sabido lo útil que era ¡probablemente hubiéramos prestado mayor
atención!-:
Básicamente, la
misma nos señala que los alimentos tienen tres funciones en nuestro organismo,
pudiendo ser estos energéticos, formadores -a
este grupo se le conoce también como plásticos-, o reguladores. En esta
oportunidad nos enfocaremos exclusivamente en los energéticos.
Obviamente, una
de las principales razones por las cuales comemos es para tener energía, y los
alimentos que principalmente nos aportan esto son aquellos fuente de grasa -por eso las comidas fritas son más calóricas
y se les culpa de ‘engordar’ más- y aquellos fuente de carbohidratos -sólo basta con pensar cómo se pone un niño
luego de consumir algún dulce para entender mejor esto-. Si nos fijamos en
la pirámide, la base de la misma está conformada por alimentos que son
principalmente fuente de carbohidratos, es decir, son importantes para nuestro organismo ya que son nuestra principal
fuente de energía, por lo que esas famosas ‘dietas’ en las que se satanizan
y eliminan los carbohidratos -conocidas
como dietas cetogénicas-, si bien indiscutiblemente son muy eficaces en la
pérdida de peso a corto plazo, a largo plazo pueden generar desgaste ya que
básicamente fuerzan a nuestro cuerpo a trabajar con una gasolina que no es la
que él necesita.
Por otra parte,
si bien los carbohidratos son necesarios para nuestro organismo, son uno de los
componentes de nuestra alimentación que más debemos controlar ya que, si le
damos a nuestro cuerpo más energía de la que gastar en las siguientes 2 – 3
horas, el sobrante que no utilicemos en alguna actividad lo va a almacenar como
grasa. ¡Es así! Nosotros no transpiramos ni eliminamos esas calorías de más que
consumimos -por más que muchos insistan
en creerlo así-, el cuerpo las guarda por si requiere utilizarlas más
adelante. El tema es que es muy fácil guardar ese sobrante, pero es mucho más
complicado hacer que el cuerpo lo utilice ya que la grasa es nuestra reserva en caso de emergencia, y el no hacer
meriendas o saltarse la cena o el desayuno ¡no es una emergencia para el
organismo!; por esa razón lo mejor es consumir pequeñas porciones varias veces
al día (5 e incluso 6 veces dependiendo del individuo), lo cual va a permitir
llenar nuestro tanque sólo de la cantidad que sabemos que vamos a utilizar
evitando así ‘ahorrar’ el excedente. Ahora ¿hace un poco más de sentido ver a
esas personas delgadas que se la pasan ‘comiendo todo el día’ pero que consumen
pequeñas porciones por vez?, como muchos dicen comiendo “como un pajarito”.
Esta es una de
las razones por las que organizaciones como la Asociación Americana de Diabetes
(ADA, por sus siglas en inglés) y la Escuela de Salud Pública de Harvard, entre
muchas otras, han propuesto que sólo la cuarta parte del plato que consumamos
esté compuesta de alimentos fuente de carbohidratos. Es gracioso ver cómo cada
vez que me toca dar alguna capacitación relacionada con este tema, y menciono
que lo recomendable es que los ‘acompañantes’ como arroz, papa, pasta, granos,
etc… ocupen sólo una cuarta parte de nuestro plato, la mayor parte de las
personas reaccionan con gestos o frases que me dicen: ¿cómo esta nutricionista me va a quitar toda esa comida de mi plato?
¡está loca!, ¡si como tan poquito me voy a desmayar! ¡me voy a descompensar!,
ya que lo usual es que se exceda esta cantidad. No obstante, al entender que
nuestro estilo de vida actual es muy diferente al que tenían nuestros papás o
abuelitos, y que no necesitamos tanta energía como ellos, se hace más fácil
aceptar y realizar el cambio de hábitos.
Como verán, en
esta oportunidad sólo me enfoqué en uno de los grupos de alimentos, ya que para
mí es de los más críticos al momento de evaluar hábitos alimentarios de personas
que tienen sobrepeso, ya que por cultura solemos exceder los volúmenes
recomendados diciendo: “mis papás o mis
abuelos comían de esa manera y nunca se enfermaron de nada, ¡al contrario!”;
pero es en este punto que pido que seamos un poco más analíticos y pensemos: ¿mis papás o abuelitos tenían todas las facilidades
que tengo hoy en día para transportarme? ¿para cocinar? ¿para lavar la ropa?
Entre muchas otras actividades que pueden mencionarse. Por lo que la invitación
el día de hoy es que empecemos a
escuchar más a nuestro cuerpo, más que dejarnos llevar por nuestros hábitos y
costumbres, y entendamos que, si tenemos sobrepeso o presentamos un porcentaje
de grasa más elevado de lo normal, evidentemente lo que nos está diciendo es
que no necesita tanta energía, ¡sino no estuviese guardando lo que sobra!.
Por estas
razones, los invito nuevamente a que empecemos a reevaluar nuestros hábitos, a
redistribuir nuestro plato, y seamos más conscientes de lo que le estamos dando
a nuestro cuerpo.